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La cajita blanca que hoy vistió de luto mi corazón.

En un día cualquiera, que forma parte de la rutina, a veces nos pasan cosas que son una bofetada pero no en la mejilla, si no directo al corazón, al alma.

Eso fue lo que me sucedió hoy, cuando en el corre corre de mi día, pasaditas las doce, logré divisar cerca del cruce de Boston a un grupo de personas “atravesadas” casi a media calle.

¿Pero que es ese poco de gente a estas horas hecha un puño caminando casi por la calle? Pensé en mis adentros.

Conforme se acortó la distancia, todo lo que estaba pensando en ese momento se borró de mi mente. No importaba si ya era tarde, si tenía hambre, sí hacía sol o llovía. Nada más importó cuando vi acercarse hasta donde yo estaba a un hombre, con un poco más de 30 años tal vez, que llevaba en sus manos la carga más pesada que quizá en su vida había llevado. Era un ataúd chiquitito, tan chiquitito que sus manos eran suficientes para poder cargarlo, porque el verdadero peso, el dolor, el sufrimiento y la resignación, lo cargaba su alma. No había gran cantidad de personas acompañándolos, ni hizo falta un carro para trasladarse al Cementerio.

Y ya ahí no hubo más nada, aquel panorama me dejó el corazón con latidos tan fuertes, que podía percibir. Y vi como en aquel cruce que tanto estrés nos genera, había gente tratando de cruzar la calle por la mala, unos almorzando, otros comprando verduras, cada cual en sus cosas, a la vez que otros se detenían para observar aquel momento que nos llenaba de incredulidad.

Y pensé, cuantas veces nos llenamos de preocupaciones que no valen la pena, cuanto nos esforzamos tantas veces por hacer dinero, cuántos buenos momentos dejamos pasar por ser esclavos de nuestro trabajo, porque se nos olvida que la vida es un ratico.

Cuántas veces en la vida andamos por ahí, justificándonos, haciéndonos las víctimas, pensados que cuan dura es la vida que nos tocó vivir, sin pensar que hay personas que hoy mismo, justo en este instante, están pasando pruebas que nosotros mismos sentimos no podríamos soportar.

Aquella cajita blanca, de peluche que puede parecer hasta tierna, nos golpeó duro a todos los que presenciamos aquella escena, pero no logro imaginar cuanto golpeó a aquellos que con lágrimas en sus ojos y la mirada perdida tenían que despedir en minutos a alguien que no tuvo la oportunidad de vivir, contar y hacer su propia historia.

Y es cierto, siempre habrá gente mejor que uno, pero esa no debe importarnos como debe hacerlo aquel que por alguna circunstancia esté en una circunstancia más difícil que uno, porque hay algo que siempre podemos hacer por el otro, aunque lo conozcamos o no, nos autorice a hacerlo o no y ese algo es orar, orar mucho.

Así que su usted cree en Dios, este es un buen día para que eleve una oración al cielo, por aquellos que hoy sufren la partida de un ser querido, o que tal vez falleció hace tiempo pero que esa herida, sigue abierta.

Que el sufrimiento de estas personas no sea en vano y que nosotros que hoy enfrentamos situaciones tal vez difíciles pero no tanto como esta, seamos ejemplo de lucha, de paz, esperanza y valentía.

A esa familia, a ese pequeño grupito de personas, a ese bebito o bebita, que no sé quiénes son, ni la razones que mediaron para que estuvieran hoy en esa situación, que Dios los bendiga y llene de muchísima fortaleza.

A todos ustedes, gracias por leer y compartir este mensaje, pero ante todo gracias por detenerse un momento, mirar al cielo y elevar una plegaria por aquellos que hoy sufren.

Quien escribe Yuri Fallas.

Imagen con fines ilustrativos.

 

Yuri Fallas A.

Comunicadora generaleña desde el año 2012, co directora de PZ Actual, corresponsal de Canal 7.

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